El escenario económico europeo vivió un giro interesante el 26 de octubre de 2023, cuando el Banco Central Europeo (BCE) decidió mantener inalterados sus tipos de interés. Esta decisión llegó después de una secuencia sin parangón de 10 alzas sucesivas. Desde julio de 2022, el BCE ha ajustado al alza los tipos en 4,5 puntos porcentuales, en un esfuerzo para frenar el ascenso galopante de los precios. Sin embargo, tras señales claras de que los costos de préstamos en sus máximos estaban afectando la salud económica, la institución bancaria insinuó que era momento de pausar.
Los indicios muestran que las tensiones inflacionarias están comenzando a ceder. La tasa inflacionaria ha disminuido considerablemente en un año, al tiempo que los signos de ralentización económica se han vuelto más evidentes. Algunos analistas van más allá al sugerir que Europa podría estar a las puertas de una recesión. Estas condiciones han llevado a los actores del mercado a especular que los aumentos en los tipos de interés podrían haber culminado y que la próxima acción del BCE podría ser un recorte.
El BCE ha subrayado su enfoque basado en la evidencia, declarando que sus decisiones estarán fundamentadas en los datos emergentes. Durante su reunión en Atenas, la primera en la ciudad en 15 años, el banco afirmó su compromiso de fijar sus tipos de interés a niveles adecuadamente restrictivos por el tiempo que sea necesario para alcanzar su objetivo de inflación.
Esta postura cautelosa del BCE podría reforzar la idea de que los bancos centrales globales, incluida la Reserva Federal de EE.UU., podrían haber finalizado su ciclo de endurecimiento monetario. Sin embargo, esta conclusión conlleva incertidumbres. Por ejemplo, las recientes tensiones en Oriente Medio han llevado a una escalada en los costos de la energía, una situación que podría mantener a la inflación bajo tensión incluso si el crecimiento económico muestra signos de debilidad. Esto abre la posibilidad de enfrentar un escenario de estanflación, una combinación desfavorable de alta inflación y estancamiento del crecimiento.
La salud de la economía europea es motivo de preocupación. La industria se enfrenta a una recesión, los niveles de confianza están disminuyendo, el consumo muestra moderación y hay indicios de que el mercado laboral está comenzando a flaquear. Ante estas circunstancias, los tipos de interés del BCE permanecen en un 4,5%.
La comunidad financiera estará atenta a las palabras de la presidenta del BCE, Christine Lagarde. Una de las cuestiones que probablemente se discutirá es el futuro del Programa de Compras de Emergencia Pandémica (PEPP) del banco, valorado en 1,8 billones de dólares. Aunque el BCE ha reiterado su intención de reinvertir los ingresos de los vencimientos de deuda hasta finales de 2024, algunos miembros del banco han expresado que es necesario reconsiderar este horizonte temporal, especialmente dado el actual giro en la política monetaria.
Desde el otro lado del Atlántico, la Reserva Federal de EE.UU. también está bajo el microscopio. A pesar de que el crecimiento económico del tercer trimestre en EE.UU. superó las expectativas, los traders están ajustando sus apuestas. Ahora, anticipan que la Fed mantendrá su política monetaria sin grandes cambios este año, con posibles recortes en las tasas de interés para mediados de 2024.
Los informes económicos recientes mostraron que el consumo en EE.UU. fue un fuerte impulsor del crecimiento, pero las cifras también revelaron cierta desaceleración que la Fed ha estado buscando activamente. Los datos de inflación y empleo también se inclinan hacia una política monetaria más suave.
En resumen, los bancos centrales de las economías más grandes del mundo están navegando en un entorno complejo, en el que deben equilibrar las tensiones inflacionarias con los signos de ralentización económica. Las decisiones que tomen en los próximos meses serán cruciales para determinar el curso de la economía global en 2024 y más allá.